22 de mayo de 2014

Necesito una auditoría

Un vistazo rápido a San Google y creo que he encontrado un nicho de mercado para una nueva profesión. Auditor/a de Madre. O de padre. Pero en este caso de madre, porque hablo por mí.

Cuando nació Elsa pensé muy ufana que tener una hija hacía que supieras priorizar mucho mejor. Por un lado no me faltaba razón, hay cosas que caen por su propio peso y ni siquiera es necesario ser muy inteligente: hay que bañarles, darles la cena, ponerlos a dormir y más o menos por ese orden. Me creía muy lista cuando hacía la selección de la colada priorizando colores: primero los rojos, como el de su bata del cole, para que se la pueda poner el lunes otra vez; luego los blancos, para que una de sus dos vaquitas (su dudu) y su ropa interior esté limpia. Etcétera. Qué bien. Qué práctica. Qué apañá. Pues no.

Desde que empezó este curso cada día llevo a la peque más tarde al cole. Me levanto con 1 hora y 35 minutos de antelación a la hora a la que debería de salir de casa. Imposible. Cada día me demoro un poco más. Al final me van a bonificar la hora que pago de “acogida” de 8 a 9! Por este motivo llevo una semana pensando que tengo que encontrar una auditora. Si lo comento con mi marido pondrá los ojos en blanco, y pensará que con todo lo hábil que soy para algunas cosas, soy ciertamente inútil en otras. Si no lo piensa él, lo pienso yo.

Con una hora y media, tendría que darme tiempo de sobras, pero no. Me ducho, me visto y desayuno. En ocasiones, entre el momento de vestirse y desayunar, Elsa ya se ha despertado – son las 6.50 am – y a veces, conseguimos que se vuelva a dormir en nuestra cama y sino, hay que llevarla a desayunar. En esos días desayunamos juntas, lo que no deja de ser bonito... pero lleva mucho más tiempo. Si estamos de suerte son las 7.10 cuando la despertamos, así ve a su papi antes de que se vaya al trabajo. En el tiempo restante, unos 45-50 minutos, tendría que ser capaz de adecentarme (peinarme, lavarme los dientes y algunos días maquillarme). Además tengo que vestir a Elsa, peinarla, lavarle los dientes y la cara y revisar que estén sus cochas en la mochila y su nota en la libreta de la Llar d’Infants.

¿Contra qué lucho, además de contra el tiempo? Quiero hacer demasiadas cosas a la vez, porque si no las hago, luego llego a casa por la tarde y también están por hacer. Y entonces no le dedico el tiempo de calidad, el poquito tiempo que queda del día a Elsa. Me frustro y me pongo enfurruñada, porque no soy mejor madre, ama de casa y profesional. Y a veces se me queda el enfurruñamiento. Siempre he sido igual. Siempre he ido cargada de trastos y corriendo de un lado a otro. No sé si lo podré cambiar, ahora que ya he cumplido los 40, pero me gustaría. Sé que debo poner de mi parte, pero no sé cómo luchar para realmente ser más eficiente, y poder hacer TODO lo que quiero hacer, y además dedicarle a mi hija el tiempo que se merece. Un tiempo en el que su mami tendría que estar relajada y no angustiada por todo lo que hay pendiente y las pocas horas que tiene el día.

Cuando te conviertes en una mamá, hay cosas que sientes y piensas que nunca jamás habías pensado antes. Y reflexionas sobre cosas de tu niñez, y de tu propia madre. Tengo una madre excelente, fantástica y genial en muchísimos aspectos. Una mami que siempre estuvo presente y que ahora lo sigue estando. Con sus defectos y virtudes, como todos, porque... ¿quién no los tiene? Pero una cosa que me ha venido a la memoria estos días es que cuando yo era pequeña y era joven, muchas veces llamaba a mamá para que viniera al salón a ver una película con nosotros, por ejemplo, y mi madre muchas veces contestaba desde la cocina (una cocina que siempre estaba impoluta) “Laura, ahora no puedo, estoy acabando una cosa!” y a mi, me daba un poco de rabia – porque pensaba que en vez de estar con nosotros prefería hacer algo tan absurdo como recoger la cocina. Y me miro a mi misma, y me pregunto si la vida es así y yo la imaginaba más perfecta, si mi madre también necesitaba una auditoría o si lo de la ineficiencia nos viene de familia.

¡Seguiré investigando!